domingo, 22 de mayo de 2011

Cadena alimenticia.

Todo se acaba señores. Tenía razón Darwin con su teoría de la evolución.
Como dice mi progenitora todos los días, “del cielo no baja nada”, y cierto es, porque tampoco baja nada sin esfuerzo, fuera ni dentro de mí.
Ahí queda eso.

lunes, 9 de mayo de 2011

Habilidades mentales.

La hora del móvil marca las cinco en punto de la tarde. Dos minutos más que la hora del transporte público, por el contrarreloj y todo eso. El reloj del coche indica las cinco y diez minutos. Diferencia notable. Quizás está más adelantado para no meter prisas en la carretera. Sería un buen método de atención al tráfico, pensadlo, porque gracias a ello, hoy he llegado a clase más temprano de lo normal.
Ahora es cuando los minutos se hacen eternos al sol y al frío, en estos momentos de ausencia, de fuera de cobertura. Quizás sea yo sólo. quizás no. Quizás, probablemente, tal vez… maldita la hora en que descubrieron el gris. Desde entonces todo tiene que cambiar, a todo le influye la posibilidad de transformar su esencia sólo porque se puede hacer. Gracias al término medio, han caído literales los términos en general. Ha roto la firmeza ideal de cualquier insólito ser, para crear dudas, y barajar, como un juego de naipes, cartas de mismo palo y valor numérico. Superfluo.
Os diré la verdad, estaba observando las matriculas de los coches visibles, y las neuronas como independientes y responsables que son, hacen todo mi trabajo mental, hasta el que no deberían de hacer. ¿Cómo llegué a liarme con el gris y su extrapolación a la oscilación personal?, no lo entiendo, pero, lo poco que sé es que, los minutos si se hicieron eternos porque son las cinco y tres y las cinco y trece minutos, respectivamente.
Escasos minutos faltan para que comiencen las susodichas, mientras, entro en el campus a esperar sentado en el banco mas cercano de la puerta principal. Sé lo que toca ahora, sacar un cigarrillo y mato dos pájaros de un tiro; a mí y el tiempo.

jueves, 5 de mayo de 2011

24/7.

Difícil decir algo nuevo cuando la vida visual y emocionalmente no cambia. Algunos dicen que es por orgullo, que me sobra, otros, por pocas luces. Cuando aprenderán que es por amor a lo que vivo y hago, inútiles. Cada día es mayor el sacrificio y menor la recompensa, pero es personal, así que no me quejo, aunque pudiese, por mí y por el resto.
Maniquíes vacíos que no les entra oxigeno, y si les entra es prehistórico. Os va a ser falta mucha suerte para cambiar de concepto.
No pienso en ser bueno, ni mejorar, nada que ver, aunque no deje de pensarlo. Toda superación artificial es secundaria. Poner condiciones al amor, parece mentira maniquíes, (tópico pero imposible) sería como cambiar el pasado. Ignorantes.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Tentempié anual.

Veinte el veinte. Nunca había pensado en escribir sobre algo tan efímero, a parte del hecho de escribir, que se pierden las palabras con las horas, como un zumo de naranja las vitaminas. ¿Cuenta atrás?, todo lo contrario, a contrarreloj. No me paro a reflexionar en lo que queda, más bien en lo que viene, que será peor. Noches más cortas, años mas rápidos. Lo de “que la vida son dos días” pero trágicos.
Números, lo dicen y lo quitan todo. Sobretodo quitan. Mi plaza de garaje es la doscientos nueve, no sé si querrá decir algo. Conté los pasos desde la entrada hasta el coche y rondan los ciento cuarenta. Nada que ver.
Me crié entre el número treinta y uno de Juan Santos y el trece de San Isidro, mayormente en el trece, toda la infancia, menos mal que no creo en la numerología.
Podría estar hablando de todas las clases y claves de números que he visto y vivido en mi vida, pero eso no tiene peso alguno, sólo las unidades físicas, de las que dependemos, valen la pena.
Cantidad, ahí si que nos jugamos el pellejo. Pobre de mis números. Mis números son de sangre, no por la unión familiar ni poder vitalicio, sino por el color intenso. Mis números son rojos.

Las prisas no traen nada bueno, algo me falta.