miércoles, 2 de febrero de 2011

Conmoción forastera.

Apoyado en la ventana con parte de la cabeza al exterior, respaldada por los brazos. La lluvia incide sobre mis partes alcanzables extendiéndose camino abajo. También alcanza la que salpica en el marco de la persiana, pero no quiero dejar de hacer lo que estoy haciendo. Observar humildemente la lluvia, darme cuenta de que la nostalgia es la peor enfermedad psicológica pasiva (a largo plazo), para seres que viven desde el interior y no reflejan toda la viveza en sus ojos.
Sensibles, la debilidad humana, algunos lo llamarían así, pero no es nada de eso. Es algo que va más allá de lo totalmente impuesto y concebido con los años en la sociedad. Es lo que esta detrás de lo único que nos damos cuenta.
Ésto no es ni el comienzo de lo entendido por las mentes auténticas.
Sigue lloviendo. Y lloverá como simbología.