jueves, 13 de enero de 2011

Anterogradismo pasivo.

Desarrollando la moraleja un poco más de lo previsto, llegué al alineado punto de que…
Ahí me quedé la noche anterior, pensé (es lo que estaba haciendo literalmente) que era una buena reflexión y que no haría falta anotarla, pero cuando me levanté había olvidado la gran comprensión. Continuando con la estructura cambiando casi de forma notable el contenido de lo que por impasible olvidé, me pareció una buena idea escribir sobre…
No lo escribí, lo pensé, era aun más importante que el concepto de la otra noche, me dije fiablemente que no lo iba a olvidar porque era un tema en cuestión peculiar, pero, otra reiterada mañana cuando me levanté no recordaba el punto alineado ni el gran planteamiento sobre el que iba a escribir.
Llevaba dos semanas sin sentarme a ordenar coherentemente la mínima idea, cuando me acostaba hacía lo posible por pensar en lo absurdo, o más complicado, no pensar, estar en vacío y no olvidarme ni recordar lo que podría ser todo lo que falta entre párrafo y párrafo.
Esto también lo pensé en un estado solemne cuando estaba reposando, pero era obvio que no lo iba a olvidar, porque era lo único que recordaba del discurrimiento general.