miércoles, 6 de junio de 2012

Imán.


Tiempo. Recorro cada minuto como el segundero de un reloj, o como los girasoles la trayectoria diurna del sol. Me paso horas observando, como los niños la tele o un intelecto-francés la cultura. 
Pasmado, admirado, fascinado, maravillado… o cualquier sinónimo de sorpresa que busque, me identifica el disfrutar y contemplar su presencia. Su sonrisa dulce, cual cachorros caninos y seductora como la belleza femenina. Los mismos símiles y metáforas podría sacar de sus ojos, su expresión facial, sus andares, sus piernas, su cuerpo, fuente íntegra de amor e inspiración. Es tal la energía y la tensión que remueve, que dispara el flujo sanguíneo total del cuerpo y lo que es más, impresiona al órgano dirigente humano, como no habían hecho. Cómo no se había sentido.
Me dedico al máximo mi recompensa. Empleo el tiempo, que es oro, y como oro, algunos lo valoran y otros lo venden por un par de monedas.
Hay días que le sonrío a la suerte, y le digo sonriente: no me haces falta.