miércoles, 6 de junio de 2012

Imán.


Tiempo. Recorro cada minuto como el segundero de un reloj, o como los girasoles la trayectoria diurna del sol. Me paso horas observando, como los niños la tele o un intelecto-francés la cultura. 
Pasmado, admirado, fascinado, maravillado… o cualquier sinónimo de sorpresa que busque, me identifica el disfrutar y contemplar su presencia. Su sonrisa dulce, cual cachorros caninos y seductora como la belleza femenina. Los mismos símiles y metáforas podría sacar de sus ojos, su expresión facial, sus andares, sus piernas, su cuerpo, fuente íntegra de amor e inspiración. Es tal la energía y la tensión que remueve, que dispara el flujo sanguíneo total del cuerpo y lo que es más, impresiona al órgano dirigente humano, como no habían hecho. Cómo no se había sentido.
Me dedico al máximo mi recompensa. Empleo el tiempo, que es oro, y como oro, algunos lo valoran y otros lo venden por un par de monedas.
Hay días que le sonrío a la suerte, y le digo sonriente: no me haces falta.

viernes, 11 de mayo de 2012

Roberto Bernardi.

Cuando la conciencia me roba el sueño, salgo al balcón, sin importar la hora que sea y me gano el frío.
Me embolso el frío, el infierno, quizás el tiempo perdido, no lo sé. Hay horas claves, que mi cabeza no procesa con claridad o no procesa directamente, sólo enfoca distintos puntos visuales como un Picasso, pero realista como Courbet.
Vuelvo al mueble del reposo por excelencia, espacio de alegría, halagos (aunque no me los creo, cuando soy el receptor) y dejo de tachar días y analizar ojeras. Sólo aprovecho al máximo la  compañía.
Fundiéndonos como el Jazz, hasta que salga el sol o la luna.