sábado, 23 de julio de 2011

Principios.

Subir por Juan Rodríguez Santos hasta el número treinta y uno. Veo que la gente de mi calle no ha cambiado; desmejorados física y psicológicamente, pero los veo igual. Algunos se han ido, como José, el dueño del bar de enfrente, al que seguimos llamando “el bar de José” (ahora trabaja su hermana y su marido, de mismo nombre, así que, no hay mucha diferencia).
No es necesario guardar cicatrices para olvidar golpes. Algo con lo que crecimos, aparte de la humildad, es que, hay un punto en nuestra vida, que la suerte y la sangre está en las manos. Yo he pasado por esos dos puntos. Nada como la humildad de sobrevivir sin darte cuenta, porque el uso de razón a tan corta edad es tan inverosímil como las vidas de un gato o la ideología monoteísta que os ciega a todos.
Mis padres trabajaron duro para poder darme lo que hacia falta a mi edad, mientras me cuidaba mi tía segunda, o por lo menos lo intentaba. Levantaron una familia, pese a que el último día Tauro no fuese una alegría, nada esperado.
Hoy recuerdo pocos momentos buenos, pero me llenan de ternura los malos que veo en fotos. Supongo que yo tampoco he cambiado, creciendo con ésto dentro, porque sigo desconfiando como las palomas del parque.