martes, 16 de septiembre de 2014

Real

Cada vez que habla, el sol deja de girar, confuso, buscando esa luz que sale de la Tierra, que lo convierte en insignificante.
Es como escuchar la lluvia, sentirla en la cara. Es buscar constelaciones con el telescopio. Es lluvia eterna, pero transmite paz como el crujir al pisar hojas secas en otoño. A su vez, irradia felicidad como los girasoles en primavera. Es todo.
Seguro que sus ojos provocan auroras boreales allá donde mire, porque a mi me hace brillar. Siento que algo de mi ha nacido, se ha desarrollado y necesita salir de mi cuerpo, porque se le queda pequeño. Necesita mudarse de planeta, a su planeta.
Recuerdo cuando empezaron a enseñarnos los fundamentos de la sintaxis, los ejemplos que nos ponían:
los sustantivos concretos son cosas reales que percibimos con el cuerpo como esta mesa, este libro, etc.. y los sustantivos abstractos se perciben con la mente, como la libertad, el amor o la honradez.
Ahora que lo pienso detenidamente, y a pesar de que para nada me ha servido, puedo decir que hay algo incorrecto. El amor se sentirá, como todas las emociones, pero es real, lo puedes tocar y tiene nombre. Elena.
Ella es amor en estado puro, como el núcleo de la Tierra. Ella decide cuando se para y cuando no, ella es parte del mundo, el quinto elemento. Esta noche buscaré alguna luz que haga brillar en el cielo y le diré: cariño, allí es dónde debemos estar, este mundo es demasiado pequeño para ti, te llevo al espacio, a tu origen natal.
Tengo toda la noche que yo quiera, porque cuando el sol deja de girar eclipsado por su luz, hace que nuestras noches sean eternas.

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