miércoles, 28 de diciembre de 2011

Martes 18, 2008.

Sentado, esperando, aunque no hace falta nada para hacerlo. El tiempo es momento de espera a otra acción. Según el sol es plena tarde. A veces me desespera saber que hora es tan sólo mirándolo, o contemplando la luna. Pero seguro que, el individuo que acaba de pedirme algo de dinero suelto en la parada, no sabe ni a que día estamos. La única calderilla que tengo suelta está en la cabeza, y no se la daría a nadie porque sería como apostar por el trece un martes de estos.
El sol más próximo a los edificio del barrio, la luna alejándose de las montañas donde se esconde, continúo en las mismas coordenadas, pasando el tiempo hasta que algo me haga esperar en otro lado, a no sé qué.
Pedir calderilla en algún momento del día no vendría mal en una vida tan controlada.
Seguro que me olvidaría por completo del calendario, sin tantos preámbulos de la espera, pero debería dedicarme a ello. No serviría como una acción efímera y pasajera que te haga cambiar por la condicional, porque nadie tiene o quiere darme algo de dinero suelto, y son las siete y once de la tarde del mismo día.

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